Por: Miguel Ángel Moreno Suárez/ En un esfuerzo académico por hacer más perceptible el alto grado de corrupción pública existente en Colombia y por brindar herramientas para luchar contra ella, una universidad de las más tradicionales de la ciencia del derecho en nuestro país, produjo cuatro tomos dentro de una colección que se denomina “La corrupción en Colombia”. Conocí estos ejemplares motivado por la producción de lo que ha sido mi trabajo de grado para optar al título de magister en justicia y tutela de los derechos.
Llegué a estos temas porque como muchos considero de gran relevancia buscar nuevas formas de combatir la corrupción, sin tener que recurrir a las ineficaces leyes de transparencia, leyes anticorrupción y leyes “transparentizadoras” de la contratación pública.
Es evidente que estas leyes se han tornado en la bandera de la eficacia simbólica que muchas normas tienen, dando un mensaje de tranquilidad al pueblo de que “esta vez sí vamos a combatir la corrupción”. Sabiendo además, que estas son leyes producidas por un órgano que poco a poco ha perdido legitimidad y en cuyos escaños se han sentado varios de los pocos enjuiciados por la corrupción.
Casos de corrupción en el mundo, son muchos y Colombia no es excepción. No hace falta hacer una exhaustiva búsqueda para que muchas personas en la calle, reconozcan al menos de qué se trata. El caso Nule, Odebrecht en Colombia y otros países, el proceso ocho mil, o el caso Watergate para los estadounidenses, entre otros bochornosos escándalos son emblema de corrupción.
Sin embargo, a pesar de su conocimiento, la percepción de los daños que esta genera no es tan conocida. El problema de la corrupción no es sólo jurídico y moral, es en esencia también un problema económico, pues allí donde hay corrupción la economía se ralentiza. Allí donde hay corrupción el desarrollo económico y social que pretende el cierre de la brecha y disminución de la desigualdad, es inoperante.
Por esto, es normal que cada gobierno haga el lobby necesario en el Congreso de la República para poder generar reformas tributarias o leyes de financiamiento para cubrir déficits fiscales, generados no por el apalancamiento de programas sociales, sino por todo el dinero que la corrupción le quita al desarrollo de nuestro país.
Ante esta problemática quiero resaltar nuevamente que, la solución no yace en las normas anticorrupción, pues estas tienen una eficacia simbólica, es decir, hoy por hoy su aplicación se torna casi nula frente a los centenares de casos de corrupción que ocurren en todos los niveles de la gestión administrativa. Es la hora de buscar otras formas reales de combatir la corrupción. Soluciones que no pierdan el espíritu pacifista con que se debe construir una sociedad democrática, pero tampoco el espíritu libertario que la independencia nos dio.
La solución debe hacer mella en todas las estructuras de la sociedad, debe ir acompañada de educación, generación de conciencia y oportunidades en todos los sectores. Debe ser tan comprendida que un niño sepa que cuando su papá ofrece “cincuenta mil razones” a una autoridad para que no le imponga una sanción, su conducta es reprochable, y que sea él, el primero en increpar el actuar corrupto de su padre.
Así mismo, llevado a los extremos teóricos de la génesis de la corrupción y de lo que permite que esta exista, pues ella se sirve de los impuestos y otros ingresos pagados por todos los contribuyentes, por esto surge una cuestión: ¿Qué pasaría con un pueblo cansado de la insoportable corrupción que deje de entregar los recursos que se pierden en la malversación?
Es cierto, esto también tendría incidencias en el desarrollo social y económico del país, pero no es un pretexto para seguir financiando la malversación del erario.
Esto no es una invitación a la desobediencia civil, es una rememoración de que la toma de las decisiones de este país está en manos del pueblo y que hace falta poco para que éste entienda verdaderamente cuál es su poder. Por lo que, antes de que este tipo de preguntas deban ser resueltas, es necesario reconstruir el ejercicio de la política y permitir un resurgimiento de nuevas prácticas y formas de combatir la insoportable corrupción.
Twitter: @MiguelMorenoSu