Pepe Mujica nació el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, Uruguay. En los años 60, se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana que buscaba transformar el país. Su activismo lo llevó a ser encarcelado durante la dictadura militar, pasando casi 15 años en prisión, muchos de ellos en condiciones extremas de aislamiento.
Tras recuperar su libertad en 1985, Mujica optó por la vía política institucional. Fundó el Movimiento de Participación Popular (MPP) dentro del Frente Amplio y, con el tiempo, se convirtió en senador, ministro y finalmente presidente de Uruguay entre 2010 y 2015.
El presidente más humilde
Durante su mandato, Mujica impulsó reformas que posicionaron a Uruguay como un país pionero en derechos civiles. Legalizó el matrimonio igualitario, despenalizó el aborto y reguló el mercado del cannabis, medidas que generaron debate a nivel internacional. También promovió políticas de inclusión social y educación, como el Plan Juntos y la creación de la Universidad Tecnológica del Uruguay (UTEC).
Mujica se ganó el respeto mundial por su estilo de vida austero. Rechazó vivir en la residencia presidencial y continuó habitando su modesta chacra en las afueras de Montevideo junto a su esposa, Lucía Topolansky. Donaba la mayor parte de su salario y conducía su viejo Volkswagen Fusca, convirtiéndose en un símbolo de coherencia y sencillez.
Más allá de la política, Mujica dejó un mensaje de vida basado en la sobriedad y el rechazo al consumismo. Su célebre discurso en la cumbre de Río+20 en 2012, donde criticó la obsesión por el materialismo, sigue resonando en el mundo. Hasta sus últimos días, continuó compartiendo reflexiones sobre la existencia y la importancia de vivir con propósito.
Su fallecimiento marca el fin de una era, pero su legado de honestidad, compromiso social y humildad seguirá inspirando a generaciones futuras.
Su influencia con líderes latinoamericanos
Pepe Mujica dejó una marca profunda en la política latinoamericana, inspirando a líderes con su estilo austero y su compromiso con la justicia social. Su relación con Luiz Inácio Lula da Silva fue especialmente estrecha; el presidente brasileño lo condecoró en 2024 y lo calificó como “la persona más extraordinaria” que ha conocido. En Argentina, Mujica elogió a Néstor Kirchner, pero tuvo desencuentros con Cristina Fernández de Kirchner, especialmente por el conflicto de la planta de celulosa Botnia. También expresó reservas sobre Javier Milei, calificándolo de “muy impulsivo y atropellado”.
En Chile, mantuvo una amistad con Michelle Bachelet y respeto por Sebastián Piñera. En 2025, recibió al presidente Gabriel Boric en su chacra, donde juntos plantaron un olivo como símbolo de paz y unidad regional. En Bolivia, compartió ideales con Evo Morales y Luis Arce, elogiando su lucha por la justicia social. Con Venezuela, su relación fue ambivalente: admiró a Hugo Chávez, pero criticó abiertamente a Nicolás Maduro, calificando su gobierno de autoritario.
Más allá de América Latina, Mujica fue reconocido por líderes internacionales por su coherencia y valores. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, lo recordó como un político que vivió la política “desde el corazón”. Su legado sigue influyendo en la política regional y global, demostrando que la humildad y la coherencia pueden ser herramientas poderosas de liderazgo.
Fue objeto de admiración y ejemplo
Pepe Mujica fue admirado por su coherencia y humildad, dejando una huella en la política global. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, lo describió como un líder que vivió la política “desde el corazón”. En América Latina, Gustavo Petro, presidente de Colombia, lamentó su fallecimiento y recordó su consejo de “nunca caer en el autoritarismo”. Lula da Silva, presidente de Brasil, lo condecoró en 2024 y lo calificó como “la persona más extraordinaria” que ha conocido.
Mujica también tuvo una relación ambivalente con algunos líderes. Admiró a Hugo Chávez, pero criticó a Nicolás Maduro, calificando su gobierno de autoritario. En Argentina, elogió a Néstor Kirchner, pero tuvo desencuentros con Cristina Fernández de Kirchner, especialmente por el conflicto de la planta de celulosa Botnia. En Chile, mantuvo una amistad con Michelle Bachelet y respeto por Sebastián Piñera, y en 2025 recibió al presidente Gabriel Boric en su chacra, donde juntos plantaron un olivo como símbolo de paz y unidad regional.
Su legado sigue influyendo en la política regional y global, demostrando que la humildad y la coherencia pueden ser herramientas poderosas de liderazgo.