Mucha cautela va a necesitar, tanto el Gobierno de Gustavo Petro como el Congreso de la República en las discusiones alrededor del Presupuesto General de la Nación para 2025, que está aspirando a un monto total de $523 billones.
Al desequilibro fiscal que el país afronta en el 2024 trajo el exceso de optimismo que hubo en las proyecciones de ingresos fiscales y en las apuestas de eficiencia de la Dian, además de subestimar el impacto de la desaceleración económica.
Fedesarrollo ha recomendado un recorte en el presupuesto de 2025 para cumplir con la regla fiscal y mitigar riesgos económicos, dada la incertidumbre sobre los ingresos adicionales proyectados por el Ministerio de Hacienda.
Este último ha estimado ingresos tributarios de $316,5 billones, un aumento de $26,6 billones respecto al marco fiscal de mediano plazo que se presentó en junio. Sin embargo, estas proyecciones implican un crecimiento de los ingresos tributarios del 22,4%, mucho mayor que el crecimiento proyectado del PIB nominal del 7,4%.
El Gobierno y el Congreso deben garantizar que los ingresos adicionales proyectados provengan de fuentes confiables, para evitar volver a caer en el desbalance fiscal de $20 billones que alcanzamos en 2024.
Habla bien del Gobierno que mantenga su compromiso con la regla fiscal, que ha demostrado con decisiones impopulares, como el aumento del precio de la gasolina al eliminar subsidios regresivos, o los recortes presupuestarios que se intentaron el año anterior -aunque el 40% de estos aún estén en duda, según advertencias de expertos-.
Para asegurar la responsabilidad fiscal de Colombia, el presupuesto de 2025 debe ajustarse a expectativas realistas.
A simple vista se nota que en Colombia no hay ambiente para una nueva reforma tributaria de $12 billones para cargar más a empresas y hogares, sumado a que desde varios sectores indican que una reforma tributaria ahora podría afectar aún más la recuperación económica.
Ante esta realidad, el Gobierno debería enfocarse en encontrar eficiencias y ahorros que promuevan la austeridad, mientras se garantiza la inversión necesaria para reactivar la economía colombiana.
La tijera, bien utilizada, puede ser una herramienta de estabilización económica, pero debe manejarse con precisión y cuidado.