Por: Juvenal Bolívar/ El 27 de mayo de 2017, los santandereanos fuimos testigos de uno de los actos politiqueros más grandes que se hayan dado. Vimos por los medios de comunicación a un hombre “indignado” devolver la condecoración Luis Carlos Galán Sarmiento que en 2010 le impuso la Asamblea de Santander.
Ese reconocimiento que le otorgó la Duma a Leonidas Gómez Gómez, compuesto por la nota de estilo elaborada en cuero de chivo (avaluada en 300 mil pesos) y una presea bañada en oro (por valor de 450 mil pesos), se fundamentó en el esfuerzo empresarial que derivaron, entre otros, proyectos como el de Acuarela (en la Mesa de los Santos).
Leonidas, evidentemente enfadado y en un acto público, decidió devolver la condecoración de la que fue objeto debido a que la misma Corporación, el 19 de mayo de 2017, también –con la misma Orden- le reconoció a Alejandro Ordóñez Maldonado sus logros al frente de la Procuraduría General de la Nación.
“No puedo compartir una pared de honor al lado de un hombre que le falló al país al no darse cuenta de los grandes hechos de corrupción como Odebrecht o Reficar”, justificó el dirigente de izquierda su acto de grosería en contra de los diputados que le exaltaron por su labor empresarial.
Ese día, producto de la calentura del momento y lo trascendental del acto de protesta (considerada por la propia Asamblea como innecesaria debido a que el Acto Administrativo que dio vida a la condecoración no se revocó), pocos se dieron cuenta que el indignado Leonidas tan solo devolvió el pergamino, extrañamente omitió entregar la presea bañada en oro.
Con este acto vergonzoso en contra de la principal corporación pública del departamento empiezan los desaciertos de quien en las elecciones de 2015 se había convertido en la sorpresa política. Y no era para menos, Leonidas en esa ocasión sumó 231.254 papeletas, obteniendo la segunda mejor votación para la gobernación de Santander, gracias a la división que se suscitó en la fuerza política de la familia Aguilar.
Recordamos de esa primera incursión sus palabras acerca de no comprar votos, de no invertir grandes sumas de dinero, de no recibir donaciones (pero si recibió) para no comprometer su gobierno… En fin, la retórica de todos los políticos que se creen inmaculados.
A la postre, Leonidas “sin invertir estrafalarias sumas de dinero” en su campaña a la gobernación, resultó reportando gastos al Consejo Nacional Electoral (CNE) por $1.300 millones y recibió por concepto de reposición de votos 800 millones de pesos. Un monto (negocio) significativo, especialmente porque de su propio bolsillo no invirtió nada.
Convertirse en la segunda fuerza de Santander, tras las elecciones regionales, le trajeron a Leonidas enormes beneficios políticos. Ya era considerado el líder de la izquierda en Santander, pero nunca actuó como tal; se perfilaba como el sucesor de Didier Tavera en la gobernación, pero decidió lanzarse al Congreso. Y cuando todos creían que sería protagonista de primer orden en el senado, extrañamente renuncia a los cinco meses de asumir su credencial.
De su equivocado paso por el senado, solo réditos económicos le trajo. En los casi 150 días que estuvo como ‘honorable’ congresista recibió por sueldos y prestaciones 200 millones de pesos, a su servicio tuvo un equipo de trabajo legislativo (UTL) por encima de los 100 millones de pesos mensuales y por reposición de votos, recibió 500 millones de pesos.
Estos recursos públicos “sagrados” se perdieron en manos de quien no hizo debates promovidos por él, ni presentó proyectos de ley de su propia autoría y, para la desgracia nuestra, ante su dimisión, le entrega la credencial que le fue otorgada por 87 mil santandereanos a un valluno de 14 mil votos.
Leonidas es igual o peor a los políticos tradicionales que critica, sus acciones –ya rechazadas por muchos de sus seguidores- lo convierten en un lobo con piel de oveja, que aprovecha el discurso de la mano izquierda para enriquecer la derecha; es boquiflojo a la hora de descalificar a sus opositores pero en una tumba cuando se trata de los negocios turbios del alcalde Rodolfo Hernández, de quien ha recibido burocracia.
Ahora Leonidas se cree con el derecho de hacerse elegir gobernador, está convencido que si su aliado Hernández pudo engañar a los bumangueses con los 20 mil hogares felices, el podrá volverse a poner el traje de la pulcritud y acceder al poder regional. Incluso, Leonidas se ha vuelto experto en caer de pie, sabe que tanto el triunfo como la derrota le generan dividendos económicos.
Si Leonidas, ese hombre transparente, pulcro e inmaculado quiere ser coherente con su discurso de la “dignidad” y como acto de contrición con sus incrédulos seguidores -igual como hizo con la condecoración de la Asamblea de Santander- debe devolver todos esos recursos económicos que por reposición de votos, salarios y UTL, el Estado le entregó para el cumplimiento de unos deberes, los mismos que nunca realizó.
Twitter: @JuvenalBolivar