Por: César Mauricio Olaya/ En la formación de catecismo que nos impartieron de niños en el colegio, una de las tantas sentencias aseguraba que ¨todos los hombres son iguales ante los ojos de Dios¨. Más adelante, cuando me hice fotógrafo, a la luz de centenares de retratos hechos a centenares de hombres y mujeres, pude corroborar que en efecto no todos los hombres son iguales y no me alcanzo a imaginar lo aburrido que le pudiera ser a Dios, vernos a todos igualitos.
La reflexión sobre el papel del fotógrafo retratista y su responsabilidad para mostrar esas grandes y profundas diferencias entre uno y otro retratado, me la despertó no hace mucho tiempo la observación de una de las polémicas obras del fotógrafo italiano Oliviero Toscani, que denominó “La Raza Humana 2017”.
El autor recorrió cerca de 60 países del mundo, a donde llegaba, simplemente instalaba un pequeño fondo blanco e instaba a las personas a dejarse tomar un retrato sobre ese fondo. El resultado, más de 180 mil retratos, todos absolutamente distintos el uno del otro. “Nuestro papel como fotógrafos de verdad, es tener la certeza de qué en cada obturación, no estamos retratando una persona, estamos retratando un alma. El rostro de esa persona en cinco o diez años quizá sea diferente, le surjan canas, le venga la calvicie, le asome una que otra arruga, deba usar lentes, en fin; pero su alma, su espíritu, jamás va a cambiar”.
Por invitación de la Alianza Francesa de Bucaramanga, presento en estos días una pequeña muestra de mi trabajo como retratista, en la exposición Retratos Hablados, un compendio mínimo de quince retratos a personajes de distinta índole que han pasado frente a mi lente en diferentes circunstancias. A su retrato, le he agregado algún comentario o alguna referencia textual sobre el retratado, combinando la imagen y la palabra para dar una aproximación y un contexto a lo que la imagen expone por sí sola.
Evidentemente, muchos dirán que en mi trabajo no he salido siempre de mostrar el retrato de Henry Monsalve, el joven de Cabrera que para efectos de un concurso de fotografía bauticé como “el último niño Guane” y en efecto, abro la exposición con el retrato famoso de ese campesino que como todos los de su condición, nunca pudo superar la ignomía de nacer en un medio hostil a toda posibilidad de un mejor porvenir o en sus propias palabras, “para qué bonito, si nací pobre”.
Pero también hacen parte de esta muestra los retratos logrados al cantautor argentino Fito Páez a su paso por Bucaramanga en uno de los conciertos sin par, organizados por la gestora cultural Sandra Barrera (también retratada y expuesta en esta muestra). Personajes inéditos e incluso de los que nunca supe su nombre, pero que su solo registro cuenta una historia porque literalmente, su mirada habla lo que su boca silencia.
Está la fotografía de un momento íntimo del colegaje inseparable entre el ex gobernador y ex alcalde Alfonso Gómez y sus mejores amigos los libros. Un instante reflexivo del destacado periodista Alfonso Pineda Chaparro, el retrato de William el Mimo malagueño que soñó con ser artista y al que la vida lo obligó a buscarse su sustento en el teatro callejero.
Personajes de ese barrio que perdimos, de esa nuestra Bucaramanga que se disipó en la transculturas de mil migraciones de departamentos vecinos, como es el caso del popular Puchis, al que los vecinos de la zona de Cabecera apreciamos y no podemos negarle un estrechón de mano o unas monedas para el consabido café de la mañana.
En Retratos Hablados comparto la experiencia de retratar y el resultado de una de las últimas conversaciones con el maestro Óscar Rodríguez Naranjo, cultor de la belleza quien se declara opositor al trabajo de su colega Fernando Botero, a quien acusa de ir en contra vía de la función del pintor que dice ser la de exaltar la belleza de la mujer, el más grande de los regalos que la naturaleza brindó a los hombres.
La historia del mariachi Lucho Ram, un hombre con más de 80 años a cuestas y que tras vivir por más de 30 años en Venezuela, acosado por las circunstancias que se viven en el país hermano, decidió retornar a su tierra santandereana y hoy sobre vive junto con su guitarra, cantando en los buses en búsqueda de esos cinco centavitos de felicidad.
Comparto en esta serie de retratos el resultado de un experimento creativo realizado con el maestro Jorge Mantilla Caballero, cuando en el marco de su exposición Terracotas, le convoco a realizarle un retrato cuya condición era una sola, sería el resultado de una sola obturación, pues como me lo había manifestado, estaba exhausto tras una sesión de fotos con un colega que le había hecho no menos de 200 fotos, pose acá, pose allá, haga esto, haga aquello. Aceptada la propuesta, frente a frente, solo atiné a nombrarle una persona que sabía a ciencia cierta, le generaba disgusto. Al instante su ceño cambió, su actitud reveló lo que le dictaba su pensamiento y el retrato quedó plasmado en su plena dimensión.
La muestra estará abierta hasta el 30 de abril, los espero, así como espero sus comentarios y opiniones, que también, hacen parte de esa interacción que alimenta el diálogo que proponen estos retratos hablados.
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