Por: Jhon F Mieles Rueda/ Con alrededor de 150 mil estudiantes, es de lejos la universidad más grande de Colombia y estoy seguro que esta cifra no hará más que aumentar en los próximos años, debido al auge de la educación virtual.
Es por ello, que hoy abordaremos esta metodología de aprendizaje académico con sus luces y sombras, pues la educación virtual y a distancia ha tomado un papel protagonista en los últimos años. Mientras algunos celebran la flexibilidad y accesibilidad de este modelo, otros alertan sobre los retos profundos que implica.
Por ello, desde el ámbito académico debemos hacernos la pregunta ¿Estamos realmente ante una revolución educativa o, en cambio, frente a un retroceso en términos de calidad y equidad?
En primera medida vamos a abordar los puntos a favor.
Uno de los mayores logros de la educación virtual es su capacidad para democratizar el acceso al conocimiento. Con solo una conexión a internet y un dispositivo adecuado, los estudiantes sin importar su ubicación pueden tomar sus clases y desarrollar sus trabajos.
Para las personas que al igual que yo, que no podemos estudiar presencialmente ya que sí o sí tenemos que generar ingresos, la educación a distancia representa una oportunidad única para cerrar la brecha educativa y abrir horizontes sin precedentes.
Además, la flexibilidad del aprendizaje virtual permite a los estudiantes ajustar sus horarios, lo que es especialmente útil para quienes trabajan, cuidan a una familia o tienen limitaciones físicas.
Esta libertad ha beneficiado a miles de personas que no habrían podido asistir a clases presenciales por limitaciones de tiempo o transporte. También le permite aprender a su propio ritmo, lo que resulta beneficioso para un aprendizaje profundo y personalizado.
Esto son solo algunos de los beneficios, sin embargo, vamos a ver también algunos retos a los que se enfrenta este modelo educativo.
Aunque el acceso a internet y a dispositivos tecnológicos ha crecido en muchos países, la desigualdad tecnológica sigue siendo uno de los mayores retos de la educación virtual.
Sobre todo, en Colombia, donde la falta de infraestructura adecuada impide que los jóvenes, especialmente de las zonas rurales puedan aprovechar este tipo de enseñanza. Esto paradójicamente puede significar que, en vez de cerrar la brecha educativa, la educación virtual podría, en ciertos casos, ampliarla.
Por otra parte, la educación a distancia exige una gran dosis de disciplina y motivación por parte de los estudiantes. Estar frente a una pantalla, sin la interacción directa con el profesor y compañeros, puede llevar a muchos a perder el interés o a procrastinar.
Según varios estudios, las tasas de deserción en los programas educativos virtuales son en promedio más altas que en los programas educativos presenciales, lo que sugiere que la motivación y el compromiso de los estudiantes pueden verse afectados en los entornos virtuales.
A esto se suma el desafío que enfrentan los profesores cuando intentan involucrar activamente a los estudiantes desde una pantalla. Sin contacto visual y la capacidad de detectar el lenguaje corporal, es difícil saber si los estudiantes realmente están prestando atención o comprendiendo el contenido.
La educación a distancia también reduce las interacciones sociales, privando a los estudiantes de experiencias de convivencia y trabajo en equipo esenciales para su desarrollo personal.
La calidad de la educación virtual es un tema en constante debate. Aunque las plataformas ofrecen una amplia variedad de herramientas y materiales, es difícil replicar la experiencia educativa completa que se obtiene en un entorno presencial.
La falta de laboratorios, talleres y prácticas limitan el aprendizaje de aquellas disciplinas que requieren experimentación y práctica directa. La educación virtual es, sin duda, una herramienta poderosa con potencial para transformar la educación. Sin embargo, su implementación plantea grandes desafíos que no deben ser ignorados.
Es importante que el Gobierno Nacional, instituciones y actores educativos trabajen en conjunto para minimizar las brechas de acceso y asegurar que la educación virtual no se convierta en un recurso exclusivo para aquellos con mejores recursos.
Por mucho, la educación virtual representa una revolución, un avance hacia un modelo más inclusivo y adaptativo. Sin embargo, también es arriesgado dar la vuelta si las faltas de acceso, motivación y calidad que actualmente se comparan no son las correctas.
Es hora de encontrar el equilibrio adecuado, aprovechando las ventajas de la tecnología sin perder la importancia de una educación completa y accesible a todos.
En síntesis, la educación virtual es una gran oportunidad para acceder a la educación superior a pesar de las ocupaciones diarias, sin embargo, lo cierto es que tampoco es fácil, pues trabajar y estudiar al mismo tiempo es un gran reto, decirlo es una cosa, pero estar inmerso en esa rutina puede llegar a ser bastante estresante.
Noches de desvelo, fines de semana sin poder entretenerse, disciplina constante y tener a veces que investigar muchos temas por cuenta propia, son algunos de los desafíos que se viven día a día.
Aunque muchos aleguen que mediante el modelo virtual no se aprende lo mismo que estudiar presencial, lo cierto es que a veces las universidades no hacen a los buenos estudiantes, más bien los buenos estudiantes pueden hacer grandes a las universidades. Es más, una decisión personal.
…
*Profesional Agroforestal, escritor y político local.
Facebook: Jhon F Mieles Rueda
Twitter: @meideijhon
Instagram: jhon_f_mieles