Por: Laura María Jaimes Muñoz/ La violencia para muchos, son los golpes, los gritos, las malas palabras entre otros, para el Estado se supone que la violencia constituye el principal problema de salud pública del país, no solamente por las cifras de muertos, abusos sexuales, lesionados, secuestrados, desaparecidos y desplazados que esta representa, sino también por el impacto que tiene sobre la salud de los colombianos.
La violencia alcanza dimensiones de la vida social que en ocasiones la hace menos visible pero no por ello menos nociva para los seres humanos. Frecuentemente se reciben denuncias de maltrato y abuso sexual en niños, niñas y adolescentes, casos de drogadicción, prostitución infantil, tráfico de menores, entre otros, factores que han crecido vertiginosamente en nuestro contexto, especialmente en la población juvenil, estos casos son manifestados por padres, madres, hermanos, tíos, abuelos y cuidadores, en donde se pone de manifiesto la falta de conciencia de las familias.
¿Cómo podría el Estado atender este problema sí cada día aumentan más la cifras?, y de alguna manera por los diferentes medios de comunicación ya se tiene el conocimiento y la información que cada 60 minutos abusan sexualmente a tres niños en Colombia; una situación preocupante y lamentable pues no pasa nada. El gobierno debe ser consiente que las familias compuestas en sus diferentes modalidades necesitan de la ayuda de profesionales a nivel clínico y social, ya que de nuestro entorno familiar depende el buen desarrollo de personas idóneas y mentalmente sanas que contribuyan al desarrollo integral de nuestra sociedad.
Muchos hogares ofrecen condiciones de seguridad y afecto para sus niños y niñas. Pero en algunas familias, los adultos, especialmente aquellos que abusan de la autoridad o mando, suelen utilizar malos tratos y violencia sexual contra los miembros débiles del grupo, en especial los niños y las niñas, colocándolas en condición de desventaja y vulnerabilidad.
La violencia y el abuso sexual, aunque no siempre, dejan huella física, provoca lesiones psíquicas. Los agresores utilizan amenazas, palabras soeces, su superioridad en el cargo o en la familia y/o situación económica, para lograr sus objetivos de vulnerar la libertad sexual y la dignidad de los niños y niñas, sin que esto ocasiones daños físicos visibles.
El niño o la niña no saben defenderse ante las agresiones de los adultos, no pide ayuda, esto lo sitúa en una posición vulnerable ante un adulto agresivo y/o negligente. Los niños que sufren maltrato tienen múltiples problemas en su desarrollo evolutivo, déficits emocionales, conductuales y socio-cognitivos que le imposibilitan un desarrollo adecuado de su personalidad. De ahí la importancia de detectar cuanto antes el maltrato y buscar una respuesta adecuada que ayude al niño o niña en su desarrollo evolutivo. Esto en serio.
La violencia y abuso sexual en teoría presenta múltiples formas: Manoseo de los genitales, pornografía con menores, prostitución forzada, obligar a ver o hacer actos sexuales. Incluso hay formas de violencia sexual que no incluyen contacto físico, por ejemplo obligar a niños y niñas a ver cine pornográfico.
Los niños y niñas no mienten, ni inventan cuentos cuando han sido testigos o víctimas de abuso sexual y es claro que son vulnerables, física, psíquica y socialmente y por lo tanto merecen protección especial ¡Esto debería ser prioridad para el gobierno!
Ellos y ellas están en la primera etapa de formación de los procesos complejos de construcción de su identidad sexual y de género, de su capacidad para la autodeterminación, de aprendizaje y de conocimiento y de construcción de su psiquismo.
Una observación directa son las personas con sintomatología como: Atención dispersa, agresividad, introversión, hiperactividad, no respeta límites, busca afecto en todas las personas, baja autoestima, ansiedad, depresión, alteraciones del sueño y sentimientos de vergüenza o culpa.
El impacto de la violencia sexual sobre la salud mental y la salud sexual, suele ser de largo alcance y perdura durante muchos años, en algunos casos toda la vida, dependiendo de la historia, personas, redes de apoyo social, el acceso a servicios de salud, protección y de justicia.
Ahora bien, los diferentes tipos de familias de las cuales podemos encontrar a niños y/o adolescente sin padre o madre, mujeres cabeza de familia, madres con hijos de varios padres, madres jóvenes solteras viviendo en casa de su familia de origen, madres solas con sus hijos, entre otros.
Estos posibles mal tratantes y/o maltratados están generando y/o siendo víctimas de violencia en su núcleo familiar producido por factores como el alcoholismo, la drogadicción, el machismo, los celos, problemas económicos, el desempleo y factores culturales.
Situación, que es indiferente para muchas entidades territoriales, ya que -por ejemplo- la presencia de los profesionales en psicología es prácticamente nulo, se reconoce que es necesario, pero las instituciones recurren a “milagros”, como por ejemplo, las instituciones educativas, entre otros, cuenta escasamente con un profesional o ninguno como en muchos casos de Santander donde en los colegios no cuentan todavía con un psico-orientador, lo que lleva a una atención completamente ausente ¿Cómo el gobierno pretende que esto disminuya?
Quedando demostrado la urgente necesidad de desarrollar acciones preventivas y de intervención inmediata que genere cambios de actitudes y creencias frente a patologías y delitos como el maltrato y el abuso sexual infantil, maltrato y abuso sexual en las parejas, agresión física y psicológica en el núcleo familiar; identificando sentimientos como la soledad, el mal genio, el temor, la inseguridad, el miedo, la tristeza, la depresión, la incertidumbre, la impotencia, el silencio, la indiferencia y el desprecio. Sentimientos que de una u otra manera afectan la dinámica de las familias. “La familia es una jaula donde se permite a los padres emplear el látigo que con ellos usaron”. (Sigmund Freud)
Por esta razón es importante reflexionar sobre la enfermedad social de la violencia, un mal que nos afecta a todos. Como en cualquier patología necesitamos conocer los síntomas y causas, para decidirnos por un tratamiento y un remedio que no sólo disminuyan los dolores, sino que urgentemente vayan curando nuestra agresividad para permitirnos vivir y convivir cada vez más con salud y paz.
Ya sabemos que el problema de la violencia en Colombia es grave y tiene múltiples formas: El conflicto armado, guerrilla, ejército, paramilitares, narcotráfico, la delincuencia común, la corrupción política, la injusticia económica, entre otros. No se quisiera aquí referir al inventario, sobre todo de aquellas frente a las cuales nos sentimos impotentes. Más bien es importante que empecemos por concentrarnos en aquellos espacios donde si podemos cambiar, actuar y hacer algo en la medida de nuestras posibilidades.
Nos referimos a los espacios de la vida diaria, a la rutina cotidiana, a los sitios que frecuentamos todos los días como el hogar, la escuela, la calle, el trabajo. En este lugar donde vivimos, hombres y mujeres de cualquier edad y condición.
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