Por: Alex Bayona Castillo/ Si Usted es de los que no se desconecta ni un segundo de su dispositivo, si sufre cuando se descarga su Smartphone y en todas las reuniones sociales lo porta como su asistente de tiempo completo. Pilas, aparte de la dependencia al celular, usted puede sufrir de infoxicación.
Recuerdo cuando los docentes nos decían: “La información es poder, estamos en la era de la información”; y dicha información estaba en medios tradicionales como periódicos, libros, revistas, televisión, radio y bibliotecas. Hoy nuestros dispositivos móviles son la llave a millones de puertas de información, donde el tiempo no da tregua para poder deleitar los contenidos e incluso validar las fuentes de consulta.
En el año 1996 Alfons Cornella se atrevió a nombrar por primera vez la palabra: “Infoxicación”, una palabra que para la época no fue tan impactante como en la actualidad. La enfermedad del siglo XXI.
Entre 1997 y 2001 el Internet en Colombia ingresaba en contacto con la población, el cual estaba muy limitado a estratos medio alto, por el costo de acceso al mismo. Pasamos del papel a la era digital a través de los computadores, vimos como los primeros “cafés internet” proveían de información y entretenimiento a los curiosos que incursionaban en esta nueva manera de informarse.
Como en una relación “amorosa” los primeros internautas gozamos de las ventajas de tener en un mismo sitio acceso a respuestas de diversos interrogantes y enterarnos en tiempo real de las noticias (Sin tener que esperar la emisión del noticiero local). Algunos coetáneos darán fe de la emoción al ver el nacimiento de Google como un motor de consulta que hoy es el más grande de la industria.
Pero las relaciones “amorosas” no son perfectas, y a medida que crece el acceso y la cobertura al Internet, todos empezamos a consumir y consumir información, al punto que llegamos a una época donde niños de 5 años tienen redes sociales y las celebridades transmiten minuto a minuto cada uno de sus pasos de vida.
Sabemos del cumpleaños de nuestros amigos gracias a los recordatorios de Facebook y aparentemente nos expandimos socialmente al punto de recibir solicitudes de amistad de personas que nunca las hemos visto presencialmente. Sabemos de la vida privada no solo de las celebridades sino de nuestros amigos y contactos de redes; leemos expertos en política, en movilidad, en salud, economía y demás en todo nuestro entorno que gira a millones de opiniones.
Nuestros ojos han evolucionado, leen más rápido y reflejan en las pupilas el brillo azul de las pantallas de los smartphones; muchos llegan al punto de caminar en modo “automático” mientras escriben por WhastApp. Ya no se escuchan charlas en el bus, en el Metrolínea o en las filas de los supermercados; solo se ven las personas sosteniendo sus dispositivos con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo.
Pero la evolución tecnológica no es mala, las redes sociales no son malas. La información debe estar al alcance de todos, en cualquier momento y pasarse de persona a persona. Lo malo es que no nos preparamos culturalmente para recibir tanta información; encontramos en la tecnología una forma de escapar, una forma de ignorar, una forma de separarnos y una forma de evadir responsabilidades humanas.
Es conveniente separar el “mal uso” de la tecnología a la infoxicación, donde recibimos más información que el tiempo que tenemos de leerla, consumirla y aplicarla.
La infoxicación es la que nos satura de muchos datos y nos complica en el momento de tomar una decisión, pues es como si tuviéramos a miles de personas hablándonos al tiempo y aconsejándonos al momento de decidir algo.
Hoy “tragamos” entero los contenidos por el afán de leer de todo, no vamos al fondo, solo nos quedamos en los titulares y mal interpretamos muchas veces la información. Hay personas (hasta perfiles públicos) que han caído en compartir “fake news” (falsas noticias) por la carrera de publicar algo que no tuvieron el tiempo (o voluntad) de digerir y validar.
Algunos docentes afirman que los estudiantes no siempre realizan investigaciones coherentes, y por el contrario, se limitan a hacer literalmente una “colcha de retazos” con decenas de frases, párrafos de información y demás, sin llevar un sentido lógico.
¿Alguna vez se ha encontrado con un familiar que trata de contarle una noticia?, quizás incompleta, distorsionada, sin nombres, sin fuentes y que se limitan a la típica frase: “lo leí en internet” y cuándo se le pregunta más del contenido, simplemente desiste y cambia de tema.
¿Le ha pasado que está cansado de ver los mismos anuncios que lo persiguen a toda hora en sus aplicaciones, páginas y demás recursos? Esa sobrecarga comercial, spam, banners, ventanas emergentes y demás hacen parte de esa infoxicación.
Aún con todos estos síntomas acompañando nuestro día a día, no nos detenemos a analizar o entender los efectos que puede traer esa sobre carga o infoxicación en nuestra vida y sobre todo en nuestra tranquilidad. Así como hay que “liberarle la memoria” a su dispositivo para que no se quede lento, usted debería liberar memoria, tomar espacios para liberar esa saturación; pues su cabeza, su mente puede estar llena de ver tantas cosas al tiempo donde absorbe información de todo tipo y no alcanza a validarla.
Lastimosamente no hay un “antivirus” o “gestor de memoria” para la infoxicación que ocurre en su mente, pero si unos hábitos y cambio cultural que pueden ayudarnos a vivir en estos entornos sobrecargados de datos e información.
Unos tips importantes podrían ser: 1) Reducir tantas entradas de información y enfocarlas hacia un gusto; 2) Alimentarnos de fuentes que argumenten sus contenidos; 3) Tomarnos el tiempo para disfrutar la lectura. Si los dispositivos son la llave a la información, demos buen uso, acompañemos de un café y sentémonos a disfrutar en un tiempo asignado de la información que leemos.
Ahora, no solo se trata de leer electrónicamente, se trata de extraer y llevar ese conocimiento a un amigo, familiar o conocido el tema para que valga la pena rescatar esos espacios personales donde se podrán dar tertulias con calidad de contenido.
Investiguemos un tema, alimentémonos de información electrónica y compartámoslo en la vida real. De lo virtual a lo real. Entonces… ¿Cuándo nos tomamos un café?
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