Por: Alex Bayona Castillo/ Hace unos meses había mencionado en una columna llamada “la contrarreloj urbana” toda la odisea que corren miles de ciclistas con sus cajitas a la espalda con fines de llevar un domicilio y ganarse unos “pesos” en esta modalidad de “rebusque” como le llaman algunos.
Una tarea que existe desde décadas atrás, donde los restaurantes, supermercados de barrio y demás, ofertaban el domicilio de sus productos llevado por jóvenes en bicicleta a los vecinos de la zona a cambio de una propina.
El crecimiento de la modalidad de “los domicilios” han transformado la forma de ofertar a los clientes, y ya son ellos los que directamente seleccionan un menú en un restaurante y lo reciben en la puerta de su casa u oficina llevado por un repartidor quien ya ha cobrado una comisión por realizar el servicio.
La semana pasada la paciencia de cientos de repartidores de la aplicación Rappi pareció colmarse, llevándolos al punto de reclamar frente a las oficinas en el norte de Bogotá donde quemaron algunas cajas de la marca. En Bucaramanga no fue la excepción, pues los “rappitenderos” protestaron frente a las oficinas en el barrio Provenza.
Reclamos que no son la primera vez que lo hacen, pues en octubre del año pasado los rappitenderos habían protestado porque les bajaron el pago por los domicilios aun cuando los clientes pagaban el mismo precio. En aquella época, el reclamo también se extendía a la solicitud de cobertura en la seguridad social para estos colaboradores.
Estas reclamaciones de los contratistas (como los define Rappi en su contratación) contrastan con la inversión de $3.2 Billones de pesos ($1.000 millones de dólares) que recibió la empresa a principio de este año por parte del grupo japonés SoftBank Group y SoftBank Vision Found, el mismo grupo que habría invertido en aplicaciones tecnológicas como Uber y WeWork.
Rappi es un modelo de crecimiento notable no solo en Colombia sino en Latinoamérica, producto del emprendimiento de 3 jóvenes que lo fundaron y que ha llevado que esta empresa esté avaluada cerca a los 2.500 millones de dólares; sin embargo, es bastante cuestionable que el “talento humano” que hace posible la operación de la aplicación y la conexión entre clientes y restaurantes esté inconforme, mal pago e incluso en riesgo al no contar con protección en Salud, Riesgos Profesionales o Pensión.
¿Qué pasaría si un rappitendero sufre un accidente?, ¿quién lo atiende?, ¿si lo incapacitan, quién le paga esos días de estar cesante en recuperación? y ¿Si queda con algún tipo de incapacidad permanente? . Estos son interrogantes de grueso calibre desde la vulnerabilidad de los repartidores hasta las arcas de esta megaexitosa aplicación.
Colombia es un país donde la doble moral hace parte de muchos personajes públicos y empresas, y parece que Rappi no es la excepción, pues detrás de un gran modelo de negocio donde la “cajita está llena” con gran inversión extranjera, encontramos a la espalda el hambre y arduo trabajo de miles de personas (contratistas) que hacen posible la operación a cambio de una mínima comisión sin alguna protección para ellos.
El Ministerio de Trabajo en comunicaciones anteriores argumentó que la contratación entre Rappi y los repartidores es totalmente legal, y que la figura de “contratistas” es totalmente válida; sin embargo, afirmó que va a tramitar un proyecto de ley para que los colaboradores de estas aplicaciones tengan derecho a recibir prestaciones como la salud y la pensión.
Ojalá esta ley más que una promesa ante la reclamación latente de estos días, sea una realidad para sacar de “este limbo” a las personas que si bien es cierto son “socios”, “contratistas” o “colaboradores” que no cumplen horario o subordinación directa, si son el talento humano que produce que esta “cajita” de Rappi se llene de dinero y sea un modelo exitoso.
Aunque la cajita vaya en la espalda de cada repartidor, Rappi no puede darles la espalda a estas personas y debe evolucionar en una solución integral que ayude a cada contratista a acceder al sistema general de seguridad social, pues ya es claro que estos “repartidores” o “rapitenderos” no trabajan para el supermercado del barrio o un restaurante pequeño.
Se creció la cajita y el peso parece ser mayor para estos estos repartidores…
¿Ya descargó la aplicación de Rappi?
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