Por: Claudia Acevedo Carvajal/ El término “ghosting” surgió a principios de los años 2000 para describir la acción de cortar toda comunicación con alguien sin aviso ni motivo aparente, como si uno se convirtiera en un fantasma en la vida del otro. Esto puede presentarse desde el silencio absoluto después de citas ocasionales hasta el cese de contacto con amigos o colegas.
Aunque al inicio se relacionó con el ámbito romántico, hoy vemos que ocurre en entornos laborales, amistades y hasta en relaciones familiares.
¿Por qué se intensifica esta forma de relación rota? La tecnología juega su papel. Aplicaciones y redes proponen conexiones fugaces, repletas de oportunidades y opciones, pero sin la responsabilidad de una despedida personal. Así, el ghosting se vuelve un mecanismo cómodo para evitar el conflicto.
Según una terapeuta de relaciones, el 75 % de solteros ha experimentado ghosting, y la mayoría lo ha practicado también. La facilidad tecnológica convierte la desaparición en una opción siempre disponible y menos dolorosa, al menos para quien la ejerce.
Sin embargo, investigaciones psicológicas plantean que en muchos casos el fantasma no huye por maldad: muchas veces lo hace por temor al rechazo, por no saber cómo comunicar un “no”, o por querer ahorrar una despedida emocional en lugar de un mensaje doloroso.
Desde la perspectiva forense y clínica, el ghosting deja heridas invisibles. Para quien lo recibe, es como un rompecabezas sin piezas; se rompe el vínculo, pero no se entiende el por qué.
Un estudio experimental reciente (2024) reveló que quienes sufren ghosting presentan niveles elevados de ansiedad y disminución de autoestima, junto con alteraciones fisiológicas como aumento de la presión arterial y tensión, indicadores reales de estrés emocional. El ghosting se asocia también con sentimientos de exclusión, ostracismo y humillación: se convierte en una forma de agresión pasiva o, como algunos autores la califican, una forma de abuso emocional. Queda una sensación de indefensión ante una pérdida que no se puede comprender ni procesar.
Además, este abandono silente puede fomentar miedos crónicos al abandono y dificultades para confiar en relaciones futuras. Un estudio indicó que el 18 % de personas mantiene cautela comunicativa tras una experiencia de ghosting, el 15 % se vuelve pesimista con el amor y muchas construyen muros autorreferenciales.
¿Y quién ghostea? No siempre es un acto intencionalmente cruel. La investigación experimental en comunicación digital encontró que muchos ghosters subestiman el cuidado que aún sienten por la otra persona. En escenarios planificados, dispuesto a pagar para explicar por qué están terminando, demostraron empatía que quedó oculta a la contraparte. Pero conviven también ghostings reactivamente defensivos, motivados por evitar diálogo incómodo o terminar una relación tóxica. Si bien esto puede ser justificable en situaciones de abuso o agresión, en el día a día de vínculos cotidianos muchas veces solo revela inmadurez emocional.
Las teorías implícitas sobre cómo funcionan las relaciones pesan. Según una investigación de Freedman y colegas (2019), quienes creen que las relaciones están predestinadas tienden a practicar el ghosting más frecuentemente, mientras quienes creen en el crecimiento compartido lo califican como algo negativo.
Desde la práctica clínica, propongo algunas rutas para sanar tras el ghosting:
Reconocer el dolor y normalizarlo. Las emociones de rechazo y desamparo son reacciones humanas legítimas. Validarlas es el primer paso, Buscar contención. Conversar con amigos, escribir, acudir a terapia. Reconectar con uno mismo permite recomponer la autoestima, Respirar y rebalancear, Prácticas de atención plena y ejercicios de relajación ayudan a calmar la mente ansiosa y el tono fisiológico alterado, Reformular la narrativa. En lugar de pensar “no valgo nada”, decir: “Yo merezco una despedida humana”. Así se recupera dignidad, tomar distancia digital. Dejar de seguir perfiles, remover chats, desconectarse preventivamente, Aprender para el futuro. Fortalecer la comunicación emocional para evitar convertirnos en ghosters frente a otros.
Un perfil forense del ghosting: Desde mi experiencia como psicóloga clínica forense, el ghosting puede pertenecer a un patrón emocional evasivo que se manifiesta también en violencia pasiva, manipulación emocional, o negación de responsabilidad relacional.
En personas con perfil evasivo o narcisista, se puede ver como una herramienta para manejar vínculos evitando responsabilidad psicológica. En otros casos, es síntoma de miedo a la crítica, a la vulnerabilidad, o a la incomodidad de poner fin a una relación sin ser abrupto.
Reconocer las huellas del ghosting puede ser esencial para detectar patrones relacionales disfuncionales, definir medidas de contención y prevenir daños colaterales en el entorno social y emocional.
Como sociedad debemos promover: Educación emocional desde temprana edad: aprender a comunicar el malestar desde la compasión y honestidad, Cultura del diálogo respetuoso: normalizar los “ya no me siento cómodo” más allá del silencio, Leyes informales y acuerdos comunitarios: fomentar prácticas de despedida digna en contextos digitales (citas, redes, grupos intensos), Apoyo para sanación emocional: escuelas, trabajos y comunidades que promuevan contención luego de rupturas abruptas.
Reflexión final
El ghosting puede parecer “silencioso”, pero deja huellas profundas. Representa, en esencia, un miedo colectivo: al conflicto, al contacto emocional, al desorden que genera una despedida con palabras. Este vacío comunicacional no solo fragmenta relaciones: erosiona modos de vincularse con respeto.
Como psicóloga forense, veo en el ghosting una ventana para repensarnos: si la comunicación digital se vuelve tan automatizada que olvidamos la reciprocidad humana, nos arriesgamos a criar generaciones atrapadas entre conexiones instantáneas y distancias invisibles.
Invito al lector a preguntarse: ¿qué significaría para ti despedirte de un vínculo con humanidad? ¿Cómo enfrentar el fin de algo sin dejar huellas tóxicas? Y, si has sido silenciado por un fantasma, recuerda: tu valor no depende de quien optó por desaparecer sin aviso.
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*Psicóloga, Magister en Psicología Jurídica y Forense Técnica en Investigación judicial y criminal.
LinkedIn: Claudia Acevedo
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).
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Fuentes consultadas
Dolan, E. W. (2024). New psychology research reveals a surprising fact about ghosting. PsyPost.
Langlais, M., Citrano, E., Rentería, L., Gica, R., & Ormsbee, M. (2024). Where Did You Go? The Psychological and Physiological Consequences of Ghosting in Romantic Relationships. Sexuality & Culture.
Freedman, G. F., Powell, D. N., Le, B., Williams, K. D. (2019). Implicit theories of relationships predict beliefs about ghosting. Journal of Social and Personal Relationships.
Thriving Center of Psychology. (2023). Gen Z and Millennial Ghosting Statistics and Habits.
Psychology Today. The Mental Health Effects of Ghosting.
Wikipedia. Ghosting (behavior).
Time Magazine. When It’s OK to Ghost Someone.
New York Post. I’m a sex and relationship therapist… 75% getting ghosted