Por: César Mauricio Olaya Corzo/ Si se llegara a aplicar una encuesta entre representantes del sector turismo de Santander, dando por descontado que hagan parte de la apuesta promocional del territorio, lo que en lenguaje experto del área se denominaría Turismo Receptivo, al preguntárseles por Aratoca y su proyección en la materia, seguramente los resultados no sorprenderían si la información se inclinara en torno al Parque Nacional del Chicamocha, unos pocos quizá incluirían turismo de aventura con énfasis en el parapente y uno que otro, quizá nombraría alguna referencia al fique o a la gastronomía local, en una derivación que nombre Pan Aratoca tiene como referente.
Escasas, por no decir nulas, serían las respuestas que hoy titulan nuestra columna: aves y café; al punto que el solo citarlas daría lugar a muchas preguntas al respecto, puesto que una apuesta de esta naturaleza, no sería concebible en la lógica referencial de las citadas opciones, que hacen parte de lo que dicta la cartilla de saberes y potencializaciones del turismo en Santander.
Pues bien, aunque parezca una idea llevada de los cabellos, esta fue la apuesta que un buen día, apenas unos años atrás, la familia de Agustín Quiñonez, Ligia Rodríguez y sus tres hijos decidieron poner sobre el tapete, partiendo de un principio base: hoy Colombia es el primer productor de café suave del mundo y en nuestra finca y en la zona, se produce uno de los mejores cafés del país; segundo, por las circunstancias de los hilos que teje a la perfección el Creador, se había dado el encuentro con un profesor de la UIS, quien se encontraba realizando unos recorridos por la zona, buscando una especie particular de colibrí, muy vinculado a los pomarrosos que le dan sombra a los cafetos y que gracias a él, supieron de su existencia y de la potencialidad vinculante de este ecosistema que servía de puente entre el bosque medio andino (ubicación de la finca) y el bosque seco del Chicamocha, lo cual auguraba la presencia de un alto número de especies de interés para los ornitólogos y los amantes de las aves en general.
“Con el profesor Fernando Rondón, hoy Vicerrector de Investigaciones de la UIS, llegarían estudiantes, que como en el caso de Daniela Mojica, quien adelanta una maestría en biología, precisamente estudiando este colibrí que con alguna frecuencia encontramos por acá y quien junto con otros fotógrafos y avistadores que nos han visitado desde entonces, se ha logrado realizar un censo de aves que supera las 130 especies, varias de ellas endémicas”, asegura Ligia Rodríguez, anfitriona principal de Posada Don Agustín.
Un proyecto turístico diferenciado
Café y petróleo / cumbia de mar / joropo de llano / aguardiente y ron, un coro que Agustín y Ligia coreaban en su juventud, donde la música protesta de Ana y Jaime, abrían la sensibilidad a lo que eran los grandes y poderosos tesoros de nuestra Colombia… Gente, gente / tu bandera es mi bandera.
Los dos abogados con especializaciones diferentes, él destacado representante del poder judicial, ella abogada de familia y psicóloga clínica, dos hijos médicos y una abogada, que si se mira bajo la lupa, no darían mayores señas referenciales al sector turismo, premisa que se resuelve con rapidez cuando se les encuentra un fin de semana, recorriendo los sembrados, revisando los procesos, pendientes de atender los visitantes que llegan a la posada, donde además de la comodidad y el bienestar que brinda un lugar de encantamiento en sí mismo, asegura la calidad humana de una familia donde el calor humano se evidencia al primer cruce de palabras.
En una de nuestras últimas visitas, nos encontramos con la Ingeniera de Sistemas Clara Inés Denyer, hoy radicada en Canadá, donde junto a su hermano, lideran un proyecto de promoción y comercialización de café colombiano en ese país y quien, en ese mismo marco de las casualidades, llegó de visita a Posada Don Agustín, se enamoró del lugar y hoy lidera un gran proyecto de promoción turística en torno al café y en el que viene promoviendo visitas de viajeros del exterior a Santander, inicialmente bajo la promesa básica de brindar una verdadera inmersión al mundo del café, en la tierra donde se desarrolló la industria de este grano en Colombia.
“Es difícil describir con palabras el manifiesto de alegría de los viajeros que han llegado hasta acá y que como parte de la experiencia, se les recibe con una agenda de actividades, donde lo primero es que deben asumir el rol de un chapolero, donde se le entrega su catabra, se le asigna el surco y durante todo un día permanecen cosechando el café y al final del día, después de los procesos de separación de granos y clasificación, se les pesa lo cosechado y se les paga el jornal, comenzando de esta manera a hacer parte de un turismo de experiencias que poco se oferta y que se constituye en un verdadero regalo que oferta nuestro país al mundo”, asegura la promotora Clara Inés Denver.
A partir de los censos de aves que se han venido realizando, la definición de una oferta y la próxima inclusión a un circuito de pajarería que inicia entre los cultivos del café y termina en los alrededores del municipio de Jordán, en pleno corazón del bosque seco del Chicamocha, próximamente se dará inicio a una promoción del turismo de naturaleza, con énfasis en aves y que se complementará con una serie de dinámicas culturales que incluye narración oral, recorrido por los caminos históricos y obviamente, la exquisita gastronomía criolla.
Café de alta calificación
Una oferta turística no sería sostenible en el tiempo, sino se tuviera la plena garantía de que lo brindado, cumple con todas las expectativas para la plena satisfacción del viajero y por esta misma razón, el liderazgo del proyecto pasa por un muy exigente filtro, que asegure los mencionados resultados.
Entre las exigencias que esto implica, se destaca que se ha parcelado la zona de siembra con cuatro variedades distintas de café, todas certificadas por la Federación de acuerdo a las características de la tierra, la altura, la humedad y el sombrío.
Una de las particularidades que tiene el proyecto, es la participación activa de las mujeres, por lo cual el trabajo en viveros, la preparación de tierras, las soca, la siembra, el desyerbe, el riego, la cosecha y el beneficio del café, está a cargo de 20 mujeres todas pertenecientes a la veredas vecinas, con quienes además, se realiza un trabajo social de apoyo a sus hijos, que estudian en la escuela San Ignacio, localizada en el punto exacto del desvío hacia la Posada, localizada a 200 metros.
“Tenemos sembrados lotes de variedades Colombia, Geisha, Tabi, Castilla y Típica, todas bajo condiciones de sombra, con presencia de árboles como guamo, arrayán, cúcharo, búcaros y algunos pocos platanales, cuyo fruto tiene destinación específica para la alimentación de las aves, cuya presencia por lo menos para mí, es el mejor sinónimo de bienestar y alegría”, expresa don Agustín, como prefiere ser llamado.
Nuestro propósito final, asegura Ligia que, sin lugar a dudas, es la líder de la familia y corazón del proyecto, es tener la certeza de que a través de este proyecto, vamos a hacer felices a muchas personas, desde los trabajadores, hasta los visitantes, de manera que cada uno de ellos, se lleve en sus mentes una gran conclusión: sabor y emoción en nuestro corazón.
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*Comunicador Social y fotógrafo.