Por: Roberto Aponte/ Desde los inicios de la industrialización se han fabricado cantidades de productos con la intención de mejorar la vida de las personas y su vez permitiendo el surgimiento de grandes compañías de las que podría decirse depende nuestro día a día. Dichos elementos deben pasar por una serie de características ya sea durabilidad, resistencia, inocuidad, todo esto con tal de aumentar su calidad.
Pero en todo ese tiempo se han presentado muchos inconvenientes y muchos artículos han sido retirados debido a sus efectos nocivos en las personas. Uno de los elementos que tienen mayores de requisitos de calidad es la comida.
Algunos alimentos procesados llevan preservativos y colorantes que se acumulan progresivamente en nuestro cuerpo, tras esto se recomienda recurrir al consumo de frutas y verduras en pos de evitar la comida chatarra, aunque ni siquiera estos aperitivos saludables están exentos de estar impregnados de químicos ya que a veces los cultivos reciben fertilizantes agroquímicos y pesticidas, todo esto con tal de acelerar la producción de estos productos y mantenerlos libres de plagas, una aparente limpieza que en realidad altera la integridad de la cosecha. Por eso es preferible consumir productos naturales y locales.
Aunque el tema de hoy se centra en el efecto más directo que producen los alimentos al entrar en nuestro cuerpo, es decir lo relativo a la higiene bucal.
El concepto de una pasta dentífrica se retoma al antiguo Egipto, un menjurje formado por elementos como cascaras de huevos y piedras pómez pulverizadas. Durante el pasar del tiempo diferentes culturas tuvieron sus propias recetas para garantizar una buena salud dental. Los chinos usaban la rama de la areca como cepillo dental y la nuez de la misma planta machacada como crema.
El invento de la pasta dental se le atribuye al médico romano Escribonius Machado, su fórmula llevaba los siguientes ingredientes: vinagre, sal y cristal machacado.
La cultura musulmana motivaba a la limpieza de los dientes, lo que hizo parte de los consejos dados por médicos pertenecientes a este credo y por eso algunas recetas responden a nombre propio, el medico sevillano Avenzoar recomendaba agua de llantén y rosas para mantener el vigor y la blancura de los dientes, en el siglo XI de parte del doctor español de origen árabe Ibn Wafid, aconseja para la salud de los dientes una sustancia que se fabricaba con hojas de menta, albahaca, membrillo, melocotón y rosas, todo esto tamizado y pulverizado.
La crema dental moderna aparece en el siglo XVIII, la formula se mejora al añadir jabón y Colgate en 1873 produce en masa el primer dentífrico, y el tubo plegable como recipiente es un aporte dado por el cirujano dental Sheffield Wentworth. Ya en el siglo siguiente se fue cambiando la formula, en este caso se agregaron agentes emulsionantes como el ricinoleato sodio y el lauril sulfato sodio para reemplazar el jabón.
Actualmente un dentífrico moderno por lo general lleva los siguientes elementos: detergente espumoso con el objetivo de hacer limpieza, el fluoruro con la intención de conservar los dientes, una amalgama gelatinosa para unir los componentes, un desinfectante germicida para eliminar las bacterias y por supuesto algún saborizante para que esta sustancia se sienta placentera en nuestra boca.
Comparando lo antiguo con lo moderno podemos ver que en todas estas épocas estas culturas tenían sus propios materiales para asegurar su salud dental por lo que incluso en estos tiempos podemos acceder a nuestras propias recetas.
Una crema dental casera puede fabricarse con los siguientes materiales: bicarbonato de sodio, aceite de coco orgánico y aceites esenciales orgánicos. En unos cuantos instantes se mezclan estos materiales. El fabricar un producto de aseo casero nos permite evitar la disposición de los elementos que conforman los recipientes en un relleno sanitario.
La razón por la que se debe optar por una crema dental natural es para evitar los componentes químicos que se encuentran en estos productos, algunos de estos pueden ser peligrosos para la salud y lo ideal es revisar si están presentes en los productos que utilizamos. Entre estos se encuentra: el triclosan y el lauril éter de sulfato sódico, químicos que han sido retirados del mercado por tener efectos cancerígenos.
La conclusión que doy hoy es incentivar la curiosidad hacia versiones posteriores de los productos que usamos a diario, de esta forma podemos encontrar o implementar elementos con un menor impacto al medio ambiente y a nuestra salud.
*Ingeniero Ambiental y escritor
Twitter: @robustories