Por: Diana Ximena Carreño Mayorga/ Las mujeres históricamente han sido percibidas de manera deshumanizada o infantiliza, sugiriendo que las mujeres en esta situación son pasivas o carentes de sí mismas hacía la sociedad, es decir, como si no tuvieran mucho que ofrecer y por eso, de alguna manera, sufren diferentes tipos de violencia cuando en realidad cada una tiene una historia única de supervivencia, resistencia y lucha. Se percibe que la complicidad se encuentra en toda la sociedad hacía el rol de género culpable de perpetuar estos estereotipos de la mujer como responsable de padecer violencia.
La narrativa social que asocia a las mujeres víctimas de violencia con fragilidad o dependencia también omite considerar los factores estructurales y culturales que perpetúan el machismo y normalizan la violencia de género. Este enfoque restringe la comprensión del problema a una responsabilidad individual en lugar de abordarlo como una consecuencia de dinámicas desiguales de poder y de una cultura que tolera, en mayor o menor grado, la violencia hacia las mujeres.
Ahora bien, al ser percibidas de esta manera, se convierte en un obstáculo para la búsqueda de apoyo o su respectiva denuncia, ya que temen a ser juzgadas, incomprendidas o incluso culpabilizadas. Reconocer a las mujeres en su totalidad, desde mi perspectiva profesional, va más allá de la etiqueta de víctima y el trato que esta refiere, implica también validar su experiencia sin reducirla a esa situación, darles espacio para ser vistas como individuos con fortalezas, dignas de respeto y solidaridad, brindarles las herramientas útiles para su empoderamiento y exteriorización terapéutica de sus sentires y emociones.
Por lo tanto, es primordial promover las buenas prácticas empáticas para sentirnos libres sin ser juzgadas o minimizadas. El estado debe brindar acompañamiento psicológico, jurídico con el fin de apoyar, empoderar y dignificar sus vidas.
Desde un ejercicio de análisis observacional, por ejemplo, se percibe que las mujeres en Bucaramanga que acuden al acompañamiento psicológico son mujeres -en su mayoría- en condición de vulnerabilidad económica, sometidas a su entorno violento, sin esperanza alguna de surgir por si mismas pues el hombre no se lo permite y en constante amenaza de muerte o de abandono del hogar, la somete a continuar en aquel entorno violento.
Inicialmente el objetivo de las intervenciones se centra en la dignificación de sus derechos y el respeto de la terapeuta hacía la mujer que llega. Sin discriminación alguna por razones de género, estrato socioeconómico o persona OSIGD (Orientación sexual e identidad de género diversa), la atención óptima es la misión.
Las mujeres que asisten a terapia cumplen un papel muy importante y es el de dar cuenta que, gracias a ellas, a estas mujeres valientes que han decidido romper el silencio, unidas están construyendo una sociedad más digna para nosotras, ya que son ejemplo de resiliencia, empoderamiento y amor por quiénes son y hacen parte de esta nueva historia donde se busca promover la salud mental en las mujeres, la importancia de la vida desde la individualidad y finalmente, tejer sociedades más justas y pacíficas.
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*Psicóloga del Programa de Diversidad Sexual y Población LGBTIQ+ de la Secretaria de Desarrollo Social, alcaldía de Bucaramanga.