Por: César Osorio Mancilla/ Hay una historia antigua que me permito citar en esta ocasión. El relato en mención se le tituló: “La moneda perdida”
En el antiguo tiempo no había anillos de diamantes para el compromiso entre los novios, sino que se hacía de diferentes formas, una de ellas consistía en que el novio entregaba a su prometida como compromiso de matrimonio 10 monedas, (esto se hacía un año antes de celebrarse la boda). Durante ese año la novia guardaba como un tesoro estas arras de amor, no por su valor nominal, sino porque se mostraba ante su amado como una mujer responsable y digna de confianza. A su vez el prometido afirmaba con este acto que su intención era seria.
La protagonista de nuestra fábula perdió una de las diez monedas y al percatarse de esto, enciende una lámpara y barre la casa y la busca afanosamente hasta encontrarla Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido!”. Para hacer corta la historia larga, esta termina en que la novia hizo tremenda fiesta, en la cual gastó muchísimo dinero celebrando que encontró una simple moneda.
La moraleja que deseo compartirles de esta antigua tradición radica en que esta mujer no monetizó la moneda que se le perdió, sino que para ella había algo mucho más importante que el dinero, tanto así que gastó mucho más en la celebración por haber recuperado su moneda, que en el valor de la misma.
Es innegable que el mundo está cerrado por mantenimiento, lo ideal es que cuando este planeta “abra de nuevo al público”, haya logrado reinventarse y pueda ver que no se trata de una simple moneda, sino que en la vida hay cosas más importantes que se encuentran atrás de unos billetes.
No podemos seguir enfrentando nuestras crisis esperando que los más grandes y poderosos no se vean afectados por las medidas que se toman; pero tampoco podemos afrontar los problemas diciéndole a la población que lo mejor que te puede pasar es ser de estrato 1 y 2 porque vamos a ofrecerles todas las ayudas, solo tienen que salir a cobrar el giro o esperar el mercado que para muchos fue “un mercado malo”.
Con dolor veo que nuestros líderes en el gobierno están esperando que alguien invente la vacuna contra este enemigo global que logró arrinconar a la humanidad, es como si nosotros los colombianos fuéramos tan inútiles como para pensar que podemos crear nosotros la solución al problema, es más, en cada alocución del presidente y de los gobernantes territoriales todos han entonando la misma canción “ustedes están mal, enciérrense en sus casas hasta que alguien nos salve. Nosotros los vamos a mantener pues somos el papa gobierno, todo poderoso”.
Una contingencia no pensada en los pobres, sino construida sobre el populismo y con el temor de no hacer algo que les haga perder votos en las próximas elecciones.
Y al igual que en la caja de pandora en la cual la esperanza quedo dentro, a la espera que todos los males vuelvan a estar dentro de ella; tengo la esperanza que en esta cuarentena personas como tú que leen estos párrafos, logren reinventarse y creer en ustedes mismo, creer que tú y yo podemos cambiar este mundo. Que podemos enfrentar miles de desafíos y tal vez nacimos en un rincón del planeta, pero que eso no nos impide salvar a miles desde el oficio que desempeñamos a diario.
Tengo la esperanza que no estés en un encierro, sino remodelándote y mejorando tus emociones, tus cualidades de carácter y tus habilidades, para cuando podamos salir a la calle y a la cotidianidad de siempre, no seas el mismo, sino 10 veces mejor que el que entró en un recito obligado por una circunstancia y que logró cambiarse, crecer y evolucionar.
Quien dijo que no podemos al final de los días que el Creador nos dé en esta tierra, irnos celebrando porque dejamos un legado y trabajamos por nuestro territorio, cambiando mentalidades y enseñándoles a las nuevas generaciones que no todo es dinero, ni temor, ni votos. Que la vida es hermosa y que el dueño del mundo nos regaló una pandemia para que podamos rever nuestro comportamiento y no pasar anónimos por este mundo, creyendo que en otros países son mejores que nosotros y que son los llamados a traer la solución a los problemas.
Espero que ganes días en esta cuarentena y no que al final sientas que perdiste tiempo.
*Teólogo
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