Por: Jhon F Mieles Rueda/ Y ojo, no se trata de juzgar a nadie. Todos necesitamos descanso, todos queremos disfrutar de la vida y desconectarnos de las rutinas. Pero la Semana Santa no nació con esa intención. Esta no es una semana cualquiera: es una conmemoración sagrada, un espacio que durante siglos ha representado un alto en el camino para reflexionar acerca de nuestras vidas, agradecer y recordar que, según la fe cristiana, alguien dio su vida por amor a la humanidad.
Hoy, sin embargo, esa memoria parece diluirse en medio del afán por escapar de la ciudad o desconectar de todo… menos del Wi-Fi. En redes sociales vemos más fotos de bikinis en la playa que imágenes de procesiones; más pies en la arena que rodillas en oración. Y aunque nadie dice que disfrutar esté mal, ¿no será que estamos perdiendo de vista lo esencial?
La Semana Santa no tiene que ser sinónimo de tristeza o encierro, pero sí debería ser sinónimo de propósito. De mirar la vida con otros ojos, de entender que hay algo más allá del consumismo, del entretenimiento y del placer momentáneo.
Jesús no murió en la cruz para que hoy lo recordemos con selfies en la piscina. Lo hizo para enseñarnos algo: el valor del amor desinteresado, del sacrificio, del perdón y de la misericordia de Dios para con nosotros.
Es como si el ruido del mundo se hubiera colado también en nuestras creencias. La espiritualidad, que antes tenía un lugar privilegiado en esta semana, ahora parece relegada al último rincón de la agenda. Las iglesias, que solían estar llenas, hoy compiten con los centros comerciales y los festivales turísticos. Y la pregunta es inevitable: ¿cómo llegamos a esto?
Quizá la respuesta esté en la velocidad con la que vivimos. Todo lo queremos rápido: la comida, el internet, las emociones… y hasta la fe. Queremos una espiritualidad exprés, sin compromisos, sin pausas. Pero reflexionar, recordar y agradecer como lo propone esta semana requiere tiempo, voluntad y, sobre todo, de disposición individual.
Volver a reflexionar no significa dejar de viajar, ni sentirse culpable por disfrutar de unos días libres. Significa, más bien, darle a la Semana Santa un espacio en nuestro corazón. Si vas a viajar, hazlo con conciencia. Si vas a descansar, hazlo también para renovar tu espíritu. Y si vas a celebrar, que sea la vida… pero sin olvidar a aquel que, entregó la suya por nosotros.
Quizá esta Semana Santa podamos hacer algo distinto. No se trata de imponerse penitencias, sino de reconectar con lo profundo. ¿Cuándo fue la última vez que perdonaste de verdad? ¿Qué te detuviste a agradecer por todo lo que tienes? ¿Qué oraste no solo para pedir, sino para agradecer? Esas también son formas de honrar el mensaje de nuestro señor Jesucristo.
Esta columna no pretende evangelizar, ni mucho menos decirte cómo vivir tu fe. Cada quien tiene su camino. Pero sí quisiera hacer una invitación: que no dejemos que el espíritu de la Semana Santa se convierta en un simple feriado más. Que no olvidemos que esta semana, más allá de las tradiciones y las costumbres, es una oportunidad para reencontrarnos con nosotros mismos, con los demás y, sobre todo, con Dios.
Así que sí, viaja si quieres. Descansa si lo necesitas. Pero también, regálate un momento de silencio, de pausa. Ve a una iglesia, lee un pasaje bíblico, conversa con alguien sobre el amor y el sacrificio. Y si no eres creyente, está bien también. La Semana Santa puede ser una excusa perfecta para practicar el respeto, la empatía y la solidaridad, valores que independientemente de la fe, todos podemos y deberíamos cultivar.
Al final, la Semana Santa no debería ser solo una fecha en el calendario. Debería ser un recordatorio de que, en medio del ruido del mundo, aún podemos encontrar momentos de calma. Que, en medio de la prisa, aún hay espacio para la reflexión. Y que, aunque parezca que lo espiritual ha pasado de moda, todavía hay muchas razones para volver a creer.
Volvamos a reflexionar. Volvamos a darle sentido a esta semana. Porque en un mundo ocupado que avanza sin parar, detenerse también es un acto de fe.
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*Profesional Agroforestal, escritor y político local.
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