Trump podría ser todopoderoso en la Casa Blanca. La noche electoral del 5 de noviembre tuvo como obvio protagonista a Donald Trump, que se consagró como el presidente electo número 47 de Estados Unidos, pero el resultado, a diferencia de su primera victoria presidencial en 2016, sabe distinto.
Además de arrasar en las presidenciales en varios estados «péndulo», el Partido Republicano también consiguió victorias clave en la carrera por el Senado en territorios clave como Nebraska, Ohio y Virginia Occidental, lo que le permite al conservadurismo arrebatarle la mayoría en la Cámara Alta al Partido Demócrata por primera vez en cuatro años.
En contraste a la clara victoria trumpista y de los republicanos en el Senado, la batalla electoral por la Cámara de Representantes está lejos de terminar, aunque un escenario en el que los conservadores obtengan también una mayoría en la Cámara Baja se vislumbra muy posible tras los sondeos más recientes en los distritos más competitivos de la carrera.
Con ello, la ‘triple victoria’ no solo representaría un triunfo histórico para el Partido Republicano, sino que, catapultaría el poder de Donald Trump en su regreso a la Presidencia a niveles de los que no gozaba cuando pisó por primera vez la Casa Blanca, debido a que ahora cuenta también con una Corte Suprema inclinada a su favor, con seis jueces conservadores en sus filas, tres de ellos propuestos por el mismo Trump durante su primer mandato.
El magnate neoyorquino no solo regresa a Washington con un apoyo en las urnas sin precedentes –siendo el ganador del voto popular por primera vez en sus tres candidaturas–, también lo hace de la mano de un Partido Republicano que se rindió políticamente a sus pies, con la mayoría asegurada en el Senado y un muy buen pronóstico en la Cámara
«Lo que obtenemos cuando se amontona una Administración con leales es que se obtiene la voluntad de la minoría reflejada. No habrá gobierno de coalición», explicó Rina Shah, estratega, analista política y antigua consultora para legisladores republicanos, apuntando que el nuevo gobierno trumpista podría tener como objetivo principal «la revancha contra los demócratas».
Pero, ¿qué hará Trump con todo ese poder? En France 24 dilucidamos posibles escenarios.
Migración, economía, educación: las cartas que se barajan
Tras su derrota electoral en 2020, el asalto al Capitolio el 6 de enero en 2021 y su regreso a la política, Donald Trump mostró su rostro más radical, combativo e inestable durante los meses de campaña que antecedieron al día de las elecciones. Con una potenciada ‘narrativa MAGA (Make America great again)’ que convenció a más ciudadanos estadounidenses de los que se esperaba.
En el centro de su discurso, está la inmigración. Trump ha prometido impulsar el mayor operativo de deportaciones en la historia del país, fortaleciendo a la Patrulla Fronteriza con más tropas, construyendo nuevos «campos de detención» e invocando legislación antigua en la materia, como la Ley de enemigos extranjeros, que le permite al Gobierno expulsar de manera expedita a personas de las que sospechen sean parte de pandillas u otras asociaciones criminales.
Aunque muchos de los planes similares que Trump prometió en 2016 – como el proyecto que pretendía considerar a México como un tercer país seguro – fueron detenidos por el Poder Judicial, la novedosa supermayoría conservadora en la Corte Suprema estadounidense podría habilitar al nuevo presidente para materializar nuevas normas.
Sus aliados aseguran que, para muchas de sus medidas iniciales en relación con la migración, Trump podría actuar solo, sin necesidad del voto favorable en el Congreso, en el caso de que, sorprendentemente, los republicanos no lograran tener mayoría en la disputada Cámara Baja.
«Todas las políticas de frontera segura que teníamos en marcha con el presidente Trump, él puede simplemente apretar el interruptor y volver a ponerlas en marcha tal y como estaban antes. No necesitan una ley del Congreso», dijo Jason Miller, consejero de la campaña trumpista, en una entrevista con la ‘NBC’.
El magnate también ha endurecido su discurso entorno al comercio internacional, amenazando con imponer nuevos, y altos, aranceles a las importaciones extranjeras, intensificando su enfoque en los productos chinos, a los que se ha comprometido a imponer un arancel del 60% o más alto.
«Hay muchas cosas que se ponen en marcha cuando se ve llegar al poder a líderes respaldados por este tipo de partidos débiles y superficiales que se centran realmente en el individuo más que en la política (…) Cuando se da esa situación, realmente se facilita que estos líderes se salgan con la suya en sus acaparamientos de poder», mencionó Erica Frantz, profesora en la Universidad estatal de Michigan, para el medio ‘Al-Jazeera’.
Entre promesas económicas sobre bajadas en los impuestos, reducción del gasto público, reformas en el sistema de salud estadounidense, restricciones al Obamacare y cambios sustanciales en el esquema de educación en el país, Trump se embarca en su segundo mandato de manera distinta a como lo hizo la primera vez. Con más experiencia, sin trabas en otras ramas del Gobierno, con apoyo irrestricto de su partido y más radicalizado.
¿Un presidente electo convicto?
Su rol en la incitación de una turba de fanáticos el 6 de enero de 2021, que finalmente terminó con el asalto al Capitolio, había significado, para muchos, el fin de la carrera política de Trump, estando marcado dentro del Partido Republicano como un agitador del que numerosas figuras se desmarcaron.
Toda la controversia que el magnate levantó en el proceso electoral de 2020 le ganó casos judiciales: uno en Washington, por su rol en el asalto al Capitolio, y otro en Atlanta, acusado de conspirar para alterar los resultados electorales en Georgia.
En dos casos en su contra – el de Washington y otro en Florida, por extraer documentos clasificados de la Casa Blanca tras dejar de ser presidente–, la persona a cargo es el fiscal especial Jack Smith, designado por el Departamento de Justicia de la Administración Biden, contra el que Trump ha despotricado en numerosas ocasiones.
Sobre el ‘caso Stormy Daniels’, el primero en su colección de casos judiciales, un jurado neoyorquino lo encontró culpable de 34 delitos el pasado mes de mayo, confirmando a Trump como el primer expresidente convicto en la historia del país. Sin embargo, falta que el juez encargado, Juan Merchan, dicte la condena, lo que está previsto para el 26 de noviembre.
La victoria electoral de Trump cambia el rumbo en sus problemas judiciales, que podrían desaparecer a pura fuerza política del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
En julio, la Corte Suprema decidió que Trump no podría ser juzgado por ciertos actos como presidente, lo que le atribuye inmunidad parcial ante la Justicia. Si Merchan considera que el caso entra dentro de la categoría protegida por el ordenamiento del Supremo, la sentencia no sería válida. De lo contrario, el equipo legal de Trump posiblemente imputaría la decisión del juez, llevando el caso a la Corte Suprema.
Además, Trump prometió despedir «inmediatamente» al fiscal especial Smith si llegaba a la Casa Blanca, lo que básicamente enterraría las causas judiciales federales en su contra.
Durante la campaña, Kamala Harris advirtió sobre la existencia de una «lista de enemigos» de Trump con los que el republicano se ensañaría si llegaba a la Presidencia. Ya con su regreso a la Casa Blanca consolidado, un nuevo escenario de incertidumbre se abre sobre la posibilidad de que el magnate lleve a la realidad amenazas que realizó en sus meses de campaña.
Trump marcó a múltiples figuras opositoras como posibles dianas políticas. Sobre Harris, el republicano la acusó de ser parte del «crimen más grande de la historia», en referencia a su política migratoria, amenazando con abrir investigaciones en su contra. Liz Cheney, Barack Obama, Mark Zuckerberg y hasta su antecesor, Joe Biden, serían otros nombres dentro de su ‘lista negra’.
Ucrania y Gaza, en el aire
La política exterior estadounidense también se vislumbra incierta con el regreso de Trump.
El inicio de la guerra en Ucrania en 2022 fue recibido con preocupación por Europa y el Gobierno estadounidense de Joe Biden, quien se ha comprometido en su totalidad con la defensa de Kiev, enviando miles de millones de dólares a las fuerzas ucranianas en su intento de repeler la invasión rusa en su territorio.
Estados Unidos, bajo el liderazgo de Biden, regresó al atril internacional del que se había bajado durante la época trumpista, lugar a donde Trump advierte que volverá con su retorno. El republicano ha afirmado en repetidas ocasiones que, si él hubiera sido presidente en 2022, la guerra en Ucrania nunca hubiera explotado, además de criticar en algunas ocasiones el apoyo irrestricto de Biden al Gobierno de Volodímir Zelenski.
Aunque Zelenski visitó la residencia de Trump en Mar-a-Lago en septiembre, la actitud de Trump entorno al conflicto sigue siendo confusa, ya que aunque ha declarado que quiere que terminen las hostilidades en Kiev, nunca ha dicho que el final de la guerra tiene que ir de la mano con el triunfo de Ucrania.
La relación de Donald Trump y el presidente ruso, Vladimir Putin, ha sido objeto de análisis desde la irrupción política del magnate en 2016, con investigaciones apuntando a que Moscú ha comandado campañas de desinformación en favor de Trump durante las elecciones en las que ha participado. La cercanía entre ambos políticos pone en riesgo la continuidad del apoyo estadounidense a Ucrania.
En cuanto a Gaza, en 2020, Trump presentó un ‘plan de paz’ para Medio Oriente, favoreciendo el fortalecimiento del Estado israelí para disuadir a su principal rival geopolítico declarado en la región, Irán, y otorgarle a Tel Aviv mayor control sobre el territorio, dejando en el aire la posibilidad de un Estado Palestino.
Lo que es incierto es si continuará financiando envíos de armamento a Israel para su guerra contra Hamás, en Gaza, y Hezbolá, en Líbano, debido a que el magnate también aseguró en campaña que si él hubiera sido el presidente en el último periodo, la guerra en Gaza no habría tenido lugar.
Por otro lado, se espera una posible intensificación de la política hostil y de sanciones en contra de Irán, una postura que ya mantuvo el republicano durante su primer mandato.
Con Ucrania sobre las cuerdas, Israel fortalecido e Irán amenazado, Trump se prepara para regresar a la Casa Blanca en enero, con la que podría ser la administración estadounidense con mayor concentración de poder en la historia del país, cuyas consecuencias son aún desconocidas.