Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Nos ocurre que estamos, manejando, caminando, haciendo labores en la cocina o simplemente sentados pensando mirando al horizonte y llegan pensamientos intrusivos, repetitivos y perturbadores, incluso armamos peleas mentales, dichos pensamientos permanecen en nuestra mente durante largos períodos y que a pesar de los intentos de luchar o huir de ellos, permanecen ahí, esos pensamientos son aquellos que no queremos tener, pues somos conscientes de su inutilidad, su disfuncionalidad y sin embargo siguen viniendo a nosotros una y otra vez, perturbando nuestra calma y dificultando la tarea de concentrarnos.
Los pensamientos intrusivos son perturbadores e imprevistos, además son angustias que empañan nuestra calidad de vida, y nos roban la paz, por lo tanto, no debemos alimentarlos ni darles cabida en nuestra mente.
Es probable que nos pase que en ocasiones queremos cruzar la calle, pero nos angustia que un automóvil nos atropelle, o no salimos de casa los martes, por temor a que justo ese día pase algo trágico, los pensamientos intrusivos se apoderan de la parte racional hasta el punto de gobernarnos por completo, situación que no es para nada agradable, el creer que esto es normal hace que vivamos con esos pensamientos y acabemos resignados al malestar, sin embargo, esto no debería ser así, expulsarlos y tratar esta práctica, mejora el estado de ánimo y la calidad de vida.
Miremos desde mi óptica, ¿qué son los pensamientos intrusivos?
Pensar de modo intrusivo es darle cabida a ideas o imágenes, la mayor parte del tiempo de carácter perturbador o angustiante, que vienen a nuestra mente sin previo aviso, su naturaleza es muy variable; los temas más comunes son entre otros, recuerdos del pasado, actos de violencia, actos sexuales, comportamientos socialmente inaceptables, dificultades en las relaciones personales y laborales, acciones en contra de alguien que nos ofendió, etc.
En general, los pensamientos no dejan de ser, al fin y al cabo, productos psíquicos, cosas que nuestra mente produce sin que muchas veces seamos conscientes del porqué, y a lo largo de un solo día tenemos decenas de ellos, la mayoría tal y como vienen desaparecen y no volvemos a acordarnos.
No obstante, hay una pequeña cantidad que no se va y que se instala por mucho tiempo, e incluso remplazan las ideas principales hasta que nuestro estado mental se perturba y se mantienen por la importancia que solemos darles si la idea es repetitiva y le decimos al cerebro que es relevante, ahí continuará.
Los orígenes de los pensamientos angustiosos son múltiples y no suceden igual en todas las personas que los desarrollan, es cierto que en muchos casos se puede observar un proceso, o un patrón repetitivo, hay situaciones en las que un disparador externo (un sujeto estresor) es el detonante, pero no es lo frecuente, normalmente, no es posible establecer una causa externa; el origen se sitúa en la misma evaluación que hacemos de nuestros pensamientos y la importancia que les otorgamos, empezamos a darles relevancia y a tenerlos más presentes; así creamos un bucle o repetición racional del que es muy difícil desprendernos.
En definitiva, las características que tienen en común estos pensamientos egodistónicos y negativos es que son: recurrentes, desagradables, improductivos, obstaculizadores, repentinos, incontrolables, obsesivos, ahora bien, si vemos estos adjetivos calificativos para estos pensamientos vemos que son destructores, entonces porque alimentarlos.
Una situación de lo más normal puede desencadenar en una idea obsesiva, generando la relación entre un pensamiento intrusivo y la ansiedad, veamos unos ejemplos de situaciones que podemos crear y que nos hacen daño mental, en el tema místico o religioso podemos imaginar escenas contrarias a lo que predica nuestra religión y sentir que por eso pecamos, o algo traumático, es decir recordar algún hecho del pasado que nos haga sentir miedo o angustia, volvernos supersticiosos creer que por pensar en un acontecimiento malo pasará, o que si no tenemos un determinado pensamiento, algo horrible ocurrirá, o dejarnos llevar por noticias y predicciones de redes, o pensar en situaciones de infidelidades creando situaciones imaginarias con resultados nada agradables, oír y hablar de enfermedades y generar el temor a padecer esta u otra enfermedad grave, creer que sufriremos un accidente o que ocurrirá algo malo en un determinado día o dudar sobre nuestra salud mental, cuestionando si en algún momento sufriremos un trastorno o si ya lo sufrimos y no lo sabemos.
Controlemos y expulsemos estos pensamientos intrusivos, enfoquémonos en desactivar los pensamientos negativos, debemos aceptar los pensamientos y tratarlos como lo que son: un producto casual de nuestra mente, cambiemos la relación con nuestros juicios, entendiendo que estos son productos de la mente, pero que no reflejan la realidad.
Consideremos que son como una nube: están en el cielo y a veces impiden ver el sol, pero más tarde se moverán y desaparecerán, el descanso es un factor importante, la falta de descanso es un factor que propicia los pensamientos obsesivos, cuidemos nuestro descanso, nuestro sueño nos ayudará a estar de mejor humor y relativizar las cosas.
Tener preocupaciones y no exteriorizarlas es agobiante, como dice una canción “busca un confidente” no exteriorizar nos puede hacer sentir como una olla a presión, en la que los gases son los pensamientos que ejercen presión sobre la olla, es decir, la cabeza, el colocar en palabras los pensamientos disminuye dicha presión y un buen apoyo con alguien especial nos consuela y alivia.
En este sentido, las técnicas de respiración contribuyen en bajar la ansiedad, sobre todo en el plano físico, respirar de forma tranquila disminuye tanto las pulsaciones como la velocidad de la cabeza, tener aficiones enriquecedoras para relajar la mente, caminar, hacer ejercicio, reír, ser altruista. leer, pintar o escribir.
No hay que olvidar el impacto positivo que tienen las aficiones y actividades agradables sobre la salud mental, distraernos con algo que nos guste es una forma eficaz de librarnos de los pensamientos desagradables, esto relaja la mente y nuestro humor se volverá más positivo.
La cabeza, como cualquier parte del cuerpo, necesita su descanso, las preocupaciones en la mayoría de los casos, lo que provoca el malestar no es tanto lo que nos pasa, sino la manera de reflexionar sobre ellas, aprendamos a convivir con estas ideas y darles el espacio justo que se merecen, para tener una mejor calidad de vida.
En definitiva, hay que evitar entrar en la lucha, porque, al fin y al cabo, es una pelea contra uno mismo de la que siempre saldremos heridos, debemos tener en cuenta todo esto y cambiar el enfoque de mirar lo que nos asusta de nosotros, si lo hacemos aprenderemos cosas que jamás nos hemos parado a contemplar.
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*Profesional en Mercadeo
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