Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Las razones por las que lloramos son variadas: tristeza, frustración, rabia, e incluso alegría, así que lloremos sin prisa, hasta olvidar el llanto y lograr la sonrisa, hay una bonita canción que dice: “Si me ven que estoy llorando es que a solas voy sacando la nostalgia que ahora vive en mí”.
Siempre he dicho que si tenemos la facultad de reír y llorar ¿por qué privarnos de ello? El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras, por ello no debemos guardarnos en el corazón lágrimas que nos hagan sentir frustración por mucho tiempo, mejor dejarlas correr y que las lleve el viento, suena poético, lo sé, pero hagámoslo.
Cuando agobiados por los problemas un día nos dejamos llevar por las lágrimas, o cuando hemos perdido alguien que nos era importante, o por las lejanías que duelen, las frustraciones, las pequeñas victorias y las grandes derrotas, que hemos llorado, entendamos que no hay nada de malo en ello.
No pensemos tampoco en aficionarnos al llanto, la vida requiere también de entereza, pero cuando queremos llorar por la emoción que sea, hay que dejar que esas lágrimas nos liberen de ese sentimiento, no hay que negarle a la felicidad unas lágrimas que siempre emanan fácilmente y que luego parecen extinguirse sin más.
Llorar ayuda a expresar sentimientos de tristeza o pena, pero también a arrancar otros como la ira, el dolor o la rabia, lloramos de felicidad y de alegría, el llanto nos ayuda a liberarnos de sentimientos negativos y a descargar ese estrés que a veces nos paraliza; entonces, ¿por qué no llorar cuando realmente lo necesitamos?
Aunque las cosas no cambien por una lágrima, siempre podemos y en eso estarán de acuerdo conmigo, retomar con más calma, el empeño de la vida… Lloremos que es sano, y lloremos porque eso alivia el alma, y que carajo emociones expresadas, son emociones superadas.
También hay que enseñar a los más pequeños a expresar sus sentimientos sin límites, sin restricciones, eso no los hace frágiles, porque les enseña y porque, en definitiva, llorar no solo devuelve la calma, sino que también los hará más fuertes.
Dice el mito urbano que el llanto está asociado con sufrimiento y debilidad, situaciones que la gente prefiere evitar, es más existen personas que se sienten ansiosas y no saben qué hacer frente a alguien que irrumpe en llanto, como si fuera algo terrible, cuando en realidad es tan normal.
Entonces, crecemos reprimiendo esta expresión de nuestro malestar psicológico, y ni hablar del caso de los hombres, donde el panorama es más grave, porque socialmente se percibe que el llanto por parte de un miembro del género masculino es una alarmante falta de carácter y fortaleza.
Los estereotipos y prejuicios que ha creado la sociedad alrededor del llanto son innecesarios y hasta contraproducentes, ya que esto no hace más que generar un volcán de emociones reprimidas que las hace peligrosas, cuando un simple llanto a tiempo nivela las aguas.
Nuestro cuerpo es sabio, y el llanto existe porque cumple importantes funciones para el equilibrio de nuestro organismo y de nuestra mente, es más creería que desde el punto de vista fisiológico, se liberan hormonas que nos preparan para afrontar situaciones de estrés, el llanto profundo, auténtico, nos permite desahogarnos plenamente, activa la función de las neurotrofinas, un tipo de proteínas capaces de favorecer la plasticidad neuronal.
Cuando rompemos a llorar nos sentimos agitados e inquietos, luego de una buena sesión de llanto, entramos en un estado de calma y relajación, como esa serenidad que llega luego de una fuerte tormenta, así que: ¡A llorar con orgullo!
La inteligencia emocional es la capacidad de tener consciencia de nuestras emociones, así como de aceptarlas sin juzgarlas y de expresarlas asertivamente, por ello mantengámonos en contacto con nuestras emociones, sentirlas todas, sin discriminar ninguna; aunque la primera reacción sea ignorarlas o rechazarlas, ellas nos quieren comunicar un importante mensaje, que, si no escuchamos, buscará otra salida, que lamentablemente no estará bajo nuestro control, y el resultado será peor.
Una vez que le hemos dado espacio a nuestras emociones, no las juzguemos ni nos digamos que somos tontos o débiles por sentirlas; simplemente somos humanos, respiremos profundo por un rato mientras sentimos esas sensaciones corporales, como opresión en el pecho, un nudo en la garganta o tensión muscular y si en ese momento sentimos deseos de llorar, pues Palante lloremos.
En conclusión, el mayor problema con el llanto no es el mero hecho de llorar, sino la represión que escondemos detrás el llanto, cuando se inicia la risa o las lágrimas estos sentimientos tienen una duración determinada que no puede acortarse con facilidad, además, ambos consiguen un mismo fin: hacernos sentir mejor.
El alma descansa cuando dejamos ir las lágrimas, el dolor necesita del llanto para encontrar auténtico alivio, todos sabemos que el llanto emocional -el que produce el auténtico desahogo– no está bien visto socialmente, en cambio, la lágrima discreta que resbala en un discurso político o en esa mirada temblorosa emocionada por el orgullo o por la contemplación de la belleza es más aceptada.
Quizá por ello, la mayoría evitamos lo que se conoce como el “llanto vocal”. Siempre resulta más cómodo buscar un rincón a oscuras donde nadie nos vea para dejar ir las lágrimas, pero eso sí, en discretísimo silencio. No sea que alguien nos oiga, nos vea y descubra que no somos tan fuertes como aparentamos.
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*Profesional en Mercadeo
Twitter: @heraldoru
El llanto es un aspecto natural de la vida, reflejo de la condición humana y de la relación con Dios. Aunque en ocasiones el llanto es motivo de sufrimiento también se puede convertir en un canal para la búsqueda de consuelo y esperanza. Gracias excelente reflexión.