Por: Diana Ximena Carreño Mayorga/ Para comenzar es importante plantear la premisa de que todo lo que empieza con un pensamiento termina en una acción. Nuestro cerebro utiliza la dopamina (neurotransmisor que cumple con papeles importantes en el comportamiento, la cognición, la actividad motora, la motivación, la recompensa, la regulación de la producción de leche, el sueño, el humor, la atención y el aprendizaje) para modular la sensación del deseo o ‘querer algo’ como también, la capacidad para actuar.
Para los seres humanos la acción orientada a los objetivos es algo muy natural y es difícil imaginar cómo sería la vida sin ella. Pero… ¿Cómo decidimos que hacer? Selectivamente elegimos lo que nos parece valioso y gratificante, lo deseamos y a como de lugar tratamos de conseguirlo. En ocasiones, la recompensa es seductora (torta de chocolate, ganas de empezar un nuevo hábito, etc.) y el deseo predomina fuertemente. Algunas otras veces, la recompensa es más abstracta (autoestima, libertad o la reputación) y el deseo se convierte en algo más cerebral. Sea cual sea, nos programamos para conseguirlo; imaginamos posibles futuros, anticipamos los obstáculos y ajustamos nuestras acciones diarias hacía el estado deseado.
El camino hacía el éxito considero, significa esfuerzo, dolor y sacrificio. Al final, puede que irónicamente no nos guste lo que logramos. Debemos ser conscientes y aprender a reconocer que, querer y gustar no se rigen por los mismos circuitos del cerebro. A veces, creemos que queremos algo, pero lo que realmente queremos es la sensación que creemos que tendremos cuando hayamos conseguido el objetivo.
Por lo tanto, debemos mantener la concentración en el objetivo a pesar de los obstáculos o contratiempos ya sea que consigamos el objetivo o no, el viaje o el camino implica planificación, creatividad y visualización. Se necesita la capacidad de concentración constantemente y a lo largo del tiempo aprender a ignorar las distracciones.
Los viejos hábitos deben desaparecer para darle cabida a los nuevos para que se formen. Miramos al pasado y al futuro para ver los obstáculos y los recursos para elaborar un plan de acción. A decir verdad, muchas áreas cerebrales deben estar coordinadas para esto. Quizás se pregunten, ¿Cómo funciona esto en la práctica? Pues bien, amables lectores de corrillos, hay tres procesos principales en el comportamiento orientados a cumplir objetivos: crear, sostener y completar.
La función principal del cerebro es calcular el futuro. Esta máquina no es solo un bultico pasivo de tejido que espera responder a los estímulos. Está constantemente tratando de darle un sentido a la experiencia, transportando recuerdos y tratando de predecir el futuro y pues … antes de que se convierta en una patología donde experimentamos ansiedad y temor por lo incierto del futuro, empecemos a crearlo ahora mismo.
Nuestro cerebro está creando constantemente, somos creadores naturales, pero entiendo que no nos sentimos del todo creadores, sino inclusive en muchas ocasiones, todo lo contrario. Nos sentimos como marionetas a merced de las personas, del estado, de las relaciones interpersonales y todos los demás acontecimientos de ahí afuera. Crear es un estado del cerebro y una actitud ante el mundo. Hay dos posturas fundamentales que podemos adoptar y considero importante analizar. Una es ser un creador. Aquél que crea las posibilidades y se siente poderoso (en actitud, carácter y anhelos) y la segunda, es ser una víctima que reacciona a los acontecimientos y se siente impotente o frustrade. Piensa la respuesta y opta por la mejor opción que por supuesto es: ser creador.
Continuando con este ejercicio introspectivo aparece la capacidad de sostener. La creación debe ir seguida de la planificación y la acción. Sabemos que sostener implica hacerlo en muchas ocasiones, durante largos periodos. Para trabajar a priori de los objetivos, tenemos que hacer seguimientos de los avances y elaborar el siguiente paso. Para este, necesitamos nuestra memoria de trabajo, aquella donde almacenamos y trabajamos con la información a corto plazo. Aquí básicamente sacamos los recuerdos a largo plazo, los aparcamos, los vinculamos al presente y los proyectamos al futuro. Mantener las ideas y los objetivos será lo más importante para sostenernos en el camino.
Finalmente, los objetivos deben ser gratificantes si no, ¿para qué molestarse? Una de las recompensas es alcanzar o completar el objetivo, pero realmente no debemos olvidar que una recompensa también muy valiosa es disfrutar del viaje. Aún más gratificante se considera el aprendizaje que obtuviste en el camino hacia tu objetivo.
El éxito no depende solo de ti, es necesario que participen muchas otras personas, incluso cuando consigues lo que quieres, puede que no sea lo que esperabas y por eso es importante disfrutar siempre con sencillez los pequeños momentos de la vida, porque sin darnos cuenta, allí se encontraba la satisfacción y de repente pensamos que en la abundancia estaría. No podemos olvidar lo grato que es sentir de corazón, pensar en los demás y actuar siempre a favor del beneficio de la humanidad.
¡Concéntrate y persevera!
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*Psicóloga del Programa de Diversidad Sexual y Población LGBTIQ+ de la Secretaria de Desarrollo Social, alcaldía de Bucaramanga.